sábado, 13 de noviembre de 2010

Gdeim Izik, vergüenza de España

OPINION
De pequeño aprendí que lo justo es apoyar al débil y criticar al poderoso cuando comete injusticias. Hoy está más que justificado.
A pesar de tenerlos a poco más de cien kilómetros de donde vivo y formar parte de la historia reciente de España, el Sáhara siempre se me ha antojado lejano. La complejidad de las relaciones internacionales y su difícil solución en la inoperante ONU siempre me han hecho seguir el porvenir de este pueblo con cierto escepticismo. Sin embargo la actuación de las fuerzas militares y policiales de Marruecos para desmantelar el campamento de Gdeim Izik marcará un antes y un después en mi vida.
El salvajismo con el que ha actuado un país que se autodenomina “democrático”, la tiranía de un rey que impide la entrada de periodistas internacionales en una zona de conflicto y el silencio de toda los gobiernos hacen que, como ya ocurriera con la guerra de Irak, vuelva sentir asco y vergüenza.
Capítulo aparte merece la actitud del gobierno de mi país. Un ejecutivo que ahora mismo hace que difícilmente pueda mirar a los ojos de cualquier saharaui. Llegar a escuchar a un Presidente decir que ante una violación de los derechos humanos, lo que priman son los intereses estatales, me provoca náuseas. ¿A qué tiene miedo el líder de la Alianza de Civilizaciones?. Ese señor que llegó a insinuar que lideraría el proceso de paz en Oriente Medio ha dado muestras evidentes de que es incapaz de condenar si quiera un ataque sin precedentes. A esa actitud, en mi tierra se le conoce como cobardía aunque también podría catalogarse como mediocridad. Más aún cuando este mismo Gobierno se caracteriza por una inacción marcada por las directivas que fijan los tradicionales aliados del reino alauita. Nadie está esperando que Francia o Estados Unidos condene esta violación porque en el guión no está previsto que alcen la voz. Además en el territorio saharaui no hay petróleo (que sepamos por ahora). Pero España, nuestro Gobierno y nuestro Rey sí deberían dar un paso al frente por responsabilidad y porque se lo está demandando un amplio sector de la población española. ¿A qué demonios esperan?. En este caso no estamos hablando de tomates, pepinos, pateras o supuestos terroristas y delincuentes que atraviesan nuestras fronteras. Estamos hablando de pérdida de vidas humanas. Da igual el número, con una es más que suficiente.
Ayer decenas de saharauis emocionados ondeaban la bandera de su país en uno de los conciertos del WOMAD mientras Amparo Sánchez realizaba guiños al Sáhara. Anoche se oían gritos “no queremos la guerra, queremos la libertad”.

lunes, 16 de agosto de 2010

JK5022, ¿por qué?

OPINION
Hace dos años algunos periodistas se limitaron a realizar preguntas tan sensibles como “¿qué sientes?, ¿has hablado con tus familiares?”. ¿Qué tipo de información buscaban cuando el afán de sus cámaras era entrar en la salas habilitadas por AENA para captar el primer plano de la incertidumbre y el dolor de muchos rostros anónimos?. Ahora las miserias televisivas se repiten. La desvergüenza e insensibilidad de algunos canales de televisión deja mucho que desear aunque el de las “mamachichos” parece no tener límites. Sus precedentes son muchos y variados pero ahora cruzan una nueva barrera que nos toca muy de cerca inspirándose en una tragedia que aún se encuentra pendiente de una investigación y una decisión judicial. No recuerdo ni deseo ninguna serie sobre el accidente de Los Rodeos, el crimen de Alcácer o la matanza de Puerto Hurraco , ¿por qué una sobre un accidente que sobrecogió a todo un país cuando aún no han pasado dos años?. Algo está pasando y cada vez estoy más convencido de que la televisión, en líneas generales, se ha convertido en el circo romano del siglo XXI.
Cuando hace varios meses conocí las intenciones del canal de televisión más basto e inmoral de España se me revolvieron las tripas. Pensé y mantuve la esperanza de que aquel proyecto audiovisual que pretendía recrear una de las peores tragedias de Canarias, quedara en nada. Ahora, a tan sólo cuatro días de la conmemoración del segundo aniversario del accidente del JK5022 de Spanair, siento mucho pesar. Siento una profunda tristeza por las 154 personas que perdieron la vida, por sus familiares y por los pocos supervivientes. Pena porque esa cadena de televisión siga adelante con sus planes, aunque al menos ha servido para que la sociedad canaria vuelva a mostrar su apoyo sin fisuras a los que siguen llorando por aquel fatídico accidente. La emisión de esta mini serie no deja de ser otro tremendo error en una historia llena de lagunas. La Asociación de Afectados del JK5022 sigue trabajando en silencio, sin montar bulla y a la espera de los informes técnicos que destapen qué ocurrió en Madrid. Siguen esperando a que todos los golpes en la espalda y discursos vacíos que les brindan los políticos de aquí y de allá sirvan para algo. ¿Qué puede aportar una serie de televisión?. Seguramente mucha publicidad, expectación, audiencia, morbo, ingresos publicitarios y mucho dolor. ¿De verdad merece la pena?.

jueves, 6 de mayo de 2010

El Estadio Insular, atracción principal de SIN-PARK

OPINION
Si alguien certificara que el regreso de la UD al Insular supondría el ascenso del club a primera división, sería el primero en apoyar esta iniciativa. Pero la memoria es muy traicionera y parece que algunos han olvidado que en el recinto de Ciudad Jardín se vivieron días de mucho pesar, indignación y frustración. Cuando el otro día leí que el presidente de la Cámara de Comercio de Las Palmas planteaba esta posibilidad, me acordé de su “imborrable” gestión al frente del consejo de administración del equipo grancanario y, sobre todo, recordé su trayectoria al frente de una de las más importantes empresas de la construcción y el turismo en nuestra isla. Luego me pregunté por qué demonios estaría este señor reabriendo un debate que me parece tan recurrente como trasnochado. El señor Tadeo, como empresario que es, tiene todo el derecho a plantear un discurso que ha sido aplaudido con las orejas por muchos seguidores incondicionales del equipo. No voy a ser yo quien discuta que el traslado a Siete Palmas ha sido un error mayúsculo. Un tal señor Angulo tendría que dar muchas explicaciones pero ni está, ni se le espera. En cualquier caso, no hay que echarle la culpa sólo al señor Tadeo, que, como digo, sólo ha planteado una idea “brillante” aprovechando su candidatura a las próximas elecciones camerales. Él, lo único que ha hecho ha sido volver a poner el foco de atención en una parcela que es el ejemplo de la incompetencia e inacción política de las administraciones canarias durante los últimos años. Años en los que, sin ir más lejos, la capital grancanaria podría aspirar a ser sede de “SIN-PARK”, el mejor “parque temático de proyectos sin realizar”. Allí encontraríamos maquetas de todo tipo. Ideas de arquitectos-estrella locales e internacionales que cobran dinerales por construir sobre la nada, banderolas inmensas arrimadas en una habitación, grandes paseos marítimos, playas artificiales made in Banana Republic… La verdad es que, por fin, seríamos todo un referente mundial. Ah, y no se preocupen, daríamos empleo a 266 mil personas, que el dinero nos sobra. Sinceramente, la idea de volver al Estadio Insular, en estos tiempos que corren, me parece una sinvergonzonería. Y que la clase política entre a debatirlo, otra mediocridad a la que nos tienen acostumbrados. El Estadio Insular fue un lugar en el que cientos de miles de personas hemos puesto nuestras ilusiones. Un lugar al que escapábamos para olvidarnos de la rutina y, sobre todo, de los que estaban sentados en la poltrona. Acudíamos para disfrutar con un espectáculo en el que lo único que importaba era la lucha, el honor y el correr más que el adversario. Hoy en ese trocito de tierra siguen creciendo las malas hierbas mientras los lobos, escondidos en las esquinas, acechan a su presa. Si Tonono, Guedes y otras leyendas del club grancanario levantaran la cabeza y vieran los bandazos especulativos a los sigue estando sometido la parcela de tierra en la que se dejaron la vida… Más les diera vergüenza.