"El efecto USA", del rancho de Texas a la ONU

OPINION

El rancho de Texas, la foto de las Azores y ahora esto… Hay imágenes que marcan la trayectoria de un político. La fotografía de un relajado José María Aznar apoyando sus pies sobre una mesa ante la atenta mirada de George Bush acompañó el declive del líder popular. ¿Pasará lo mismo con Zapatero?
Han pasado muchos años y ahora, otro jefe de gobierno español, está sufriendo en sus carnes las consecuencias de un error de cálculo y estrategia. La relajación es mala compañera en las relaciones institucionales (más aún cuando son de carácter internacional) y yo daba por sentado que un presidente con la experiencia del señor Zapatero no caería en errores similares. Pero algo tendrá la Casa Blanca y sus inquilinos, que los dos últimos presidentes españoles “han perdido el norte” en sus noviazgos americanos. Evidentemente, las consecuencias no han sido ni serán las mismas y ser gótico no es un delito. La proximidad de ambos gobiernos en la era de Aznar ocasionaron muerte y destrucción. El acercamiento de Zapatero, por lo pronto, está provocando que una inmensa mayoría de los españoles se burlen de él y de sus hijas. He llegado a escuchar que “con razón las tenía tan escondidas”. Los foros de internet son hoy un hervidero de comentarios que, en su amplia mayoría, sólo buscan el chiste fácil. Pocos son los que inciden en el tremendo error cometido por el Presidente del Gobierno. Un error que políticamente podría tener escasa o nula repercusión política pero sí podría acarrearle consecuencias muy negativas en el terreno personal.

Algunos de los montajes publicados en la red en las últimas horas

No, señor presidente, la culpa no es de la prensa, ni de la Casa Blanca, tampoco lo es del sistema y, mucho menos, es del fotógrafo. La culpa es sólo suya por permitir a sus hijas acudir a un acto PÚBLICO indecorosamente. Usted está representando a un país con más de 40 millones de personas y tiene la obligación y el deber de hacerlo cuidando todos los detalles. Si eso supone tener que obligar a sus hijas a renunciar a sus principios o modas, sencillamente, se les obliga. Si no es capaz de poner en orden a su propia familia, vamos proa al marisco. Cierto es que en el Protocolo, que yo recuerde, no existe norma escrita alguna que obligue a unos adolescentes a vestir de una forma determinada cuando acuden a un acto de esta índole. Sin embargo, el sentido común, la educación y las buenas maneras sí lo aconsejan. Caso contrario, llamará la atención y dará que hablar. Es una norma de oro que sus asesores deberían haber tenido presente. Espero que tome buena nota y la incluya en algún apartado de su “Educación para la ciudadanía”.